Imágen: Orfeo y Eurídice, tomada de Pixabay |
Cuenta el mito griego de Orfeo y Eurídice, que cuando éste
viajó al inframundo para convencer a Hades de que le devolviera la vida a su
amada Eurídice, que había sido mordida mortalmente por una serpiente, Hades le
puso una condición: Orfeo debía ascender hasta la vida, con Eurídice caminando
detrás por una larga escalera, sin volver la mirada ni una sola vez.
Orfeo, desconfiando de una amada que avanzaba demasiado
despacio, miró atrás para ver si le seguía y Eurídice volvió a morir.
El precio de la mirada atrás de Orfeo fue la vida de Eurídice.
La falta de confianza la devolvió al inframundo.
A menudo relacionamos el exceso de confianza con la
temeridad y con el riesgo, recomendando prudencia y temor por lo que pueda suceder.
Pero en una sociedad desconfiada de sí misma, pocas veces recomendamos
confianza en los otros para evitar riesgos mayores.
La mayoría de los profesionales, en sus caminos de
aprendizaje sobre la mejor forma de lograr buenos resultados, que dependen en
la mayoría de los casos, del esfuerzo de otros, descubren que la CONFIANZA es la
base imprescindible para cualquier proceso de trabajo en el que hay más
personas implicadas.
La CONFIANZA es siempre el primer escalón para
llegar a la cima.
Primero CONFIANZA EN UNO MISMO, que parte de una valoración
y aceptación de nuestro carácter, preferencias y competencias y en suma una cierta dosis de valentía.
Además CONFIANZA EN LOS OTROS, que parte de una visión del
mundo en la que se instauran creencias positivas acerca de las intenciones de
los demás. Cuando vivimos bajo creencias como “piensa mal y acertarás”, es
difícil dejarse sorprender por intenciones positivas de los otros. Cuando la
forma de ejercer la influencia se basa en no decirles a los demás lo que
necesitamos de ellos, no vaya a ser que se resistan a dárnoslo, entramos en
juegos de manipulación que nos alejan de la tan preciada CONFIANZA.
La vida a veces nos somete a duras pruebas, caldos de
cultivo de la desconfianza más feroz en el ser humano, entornos en los que se
ve la peor parte de cada uno, nuestra parte “chunga”. Como decía Eduardo
Galeano: “cualquiera de nosotros puede llegar a ser un verdugo si se dan las
condiciones”, pero curiosamente, con las mismas condiciones, no todos llegamos
a ser verdugos.
Es difícil no mirar atrás,
pero es lo único que mantiene intacta la confianza necesaria para salvar
a Eurídice. En el caso de cualquier responsable de equipos, la mirada atrás se
manifiesta en el exceso de control, la ausencia de retroalimentación, la
información justa y el vacío afectivo.
LA CONFIANZA EN NUESTROS EQUIPOS
Imaginemos el siguiente caso: Un responsable de un proyecto
sabe que algunas personas tienen dificultades técnicas para realizar la tarea
de manera adecuada de forma autónoma. ¿Qué podemos hacer?
- Mantener una vigilancia continua de la forma en que se realiza la tarea por parte de estas personas para poder intervenir rápidamente en caso de desviación.
- Facilitar ayuda puntualmente, para no interferir en su propia autonomía y ofrecer ayuda en caso de que la necesiten.
- Expresar abiertamente la preocupación sobre las posibles dificultades técnicas a la hora de realizar la tarea, buscar conjuntamente formas para acordar procedimientos de supervisión y de petición de ayuda y confiar en el buen cumplimiento
¿Cuál de estas tres opciones nos permite hacer crecer la
confianza?
Estas tres posibles respuestas tienen cada una de ellas
ventajas e inconvenientes:
- La primera nos garantiza una gran capacidad de reacción y agilidad de reconducción pero sitúa la responsabilidad de ejecución en la persona responsable y se carga la posibilidad de trabajar desde la confianza en las capacidades del otro.
- La segunda permite una buena reconducción si el posible error coincide con el momento de control, pero en caso de que esto no sea así puede provocar una bajada de la confianza mutua. Cuando una supervisión da como resultado un error en la ejecución, es inevitable que nuestras expectativas acerca de la capacidad del otro bajen.
- La tercera opción es la más arriesgada en términos de garantía de control de los resultados, el compromiso de la persona que ejecuta aumenta pues ha participado en la búsqueda de formas de supervisión, la confianza crece igualmente, hemos lanzado una expectativa elevada (no sobre la capacidad técnica, pero si sobre la madurez de la persona), esto hace crecer la responsabilidad en el otro.
Por supuesto que no siempre podemos optar por la tercera
opción, existen situaciones críticas sujetas a un elevado riesgo y urgencia,
que requieren de una toma de control rápida de la situación con una supervisión
exhaustiva, pero no siempre es así.
Si somos capaces de identificar aquellas situaciones en las
que podemos permitirnos no mirar atrás, aquellas situaciones en las que sembrar
expectativas elevadas, iremos ganando en compromiso y en confianza de las personas
que trabajan con nosotros.
Pero cuidado, ganar confianza no es solo no mirar atrás, en
ocasiones, la falta de mirada atrás es interpretada por el otro como
indiferencia y despreocupación. Por ello os voy a dar algunos ingredientes de
la verdadera confianza:
- Fiabilidad: Cumple tu palabra, sé modelo de responsabilidad y de auto-disciplina.
- Competencia: Demuestra que dominas tu trabajo, no solo técnicamente, también la dimensión relacional importa, la forma en que te organizas y te comunicas.
- Escucha: Presta atención a las señales del entorno, escucha con atención a cada persona, muestra disposición para estar presente cuando se te necesite. Muestra interés y empatía, intentando no juzgar. Cuando quieras dar feedbak pide permiso antes de hacerlo a “bocajarro”.
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