La vida no es un camino recto.
La vida es una pura elección de caminos, unos más rectos que otros, unos más lisos y con menos baches, otros en cuesta arriba la mayoría del tiempo, con suerte encontramos una cuesta abajo.
Elegir el camino es tarea del día a día, cada mañana, cada momento.
Pero nos empeñamos en construir vidas donde no hay ningún camino que elegir, vidas decididas y seguras, vidas trazadas de antemano: cada día tomamos el autobus, el metro, el coche, el sendero hasta la oficina, el paseo hasta la fábrica...esperamos encontrar lo mismo cada día para tener la seguridad de que nuestro camino sigue ahí y nada lo alterará, tenemos tanto miedo a que el camino cambie, incluso cuando es para bien nos produce tanta incertidumbre.
El camino que elegimos, está además asfaltado con nuestros valores, con nuestras creencias, con nuestros hábitos. Salirse del camino puede suponer un cambio doloroso, dejar de creer en algo, desconfiar, dudar.
La duda es molesta, produce comezón y aunque algunos presumen de ejercerla como deporte, lo cierto es que nuestro cuerpo no se siente nada agusto con ella.
Por lo tanto, cuando el guión nos exige un cambio de camino, lo tomamos con cierto recelo, incluso si a lo lejos vemos algo que nos gusta.
Pero, ¿cómo hacemos con nuestros caminos forzosos?, esos que caminamos porque no nos queda otro remedio, esos en los que no creemos, en los que vamos de puntillas?.
Yo quiero encontrar el camino de enmedio, ese que me permite andar descalza, a mi ritmo, con mi gente, aunque me encuentre baches, cuestas arriba o socabones.
La vida es una pura elección de caminos, unos más rectos que otros, unos más lisos y con menos baches, otros en cuesta arriba la mayoría del tiempo, con suerte encontramos una cuesta abajo.
Elegir el camino es tarea del día a día, cada mañana, cada momento.
Pero nos empeñamos en construir vidas donde no hay ningún camino que elegir, vidas decididas y seguras, vidas trazadas de antemano: cada día tomamos el autobus, el metro, el coche, el sendero hasta la oficina, el paseo hasta la fábrica...esperamos encontrar lo mismo cada día para tener la seguridad de que nuestro camino sigue ahí y nada lo alterará, tenemos tanto miedo a que el camino cambie, incluso cuando es para bien nos produce tanta incertidumbre.
El camino que elegimos, está además asfaltado con nuestros valores, con nuestras creencias, con nuestros hábitos. Salirse del camino puede suponer un cambio doloroso, dejar de creer en algo, desconfiar, dudar.
La duda es molesta, produce comezón y aunque algunos presumen de ejercerla como deporte, lo cierto es que nuestro cuerpo no se siente nada agusto con ella.
Por lo tanto, cuando el guión nos exige un cambio de camino, lo tomamos con cierto recelo, incluso si a lo lejos vemos algo que nos gusta.
Pero, ¿cómo hacemos con nuestros caminos forzosos?, esos que caminamos porque no nos queda otro remedio, esos en los que no creemos, en los que vamos de puntillas?.
Yo quiero encontrar el camino de enmedio, ese que me permite andar descalza, a mi ritmo, con mi gente, aunque me encuentre baches, cuestas arriba o socabones.
Comentarios