Vivo en Rivas, y cada día me siento más ligada a esta extraña ciudad dormitorio.
Por las mañanas, miles de aves atraviesan el cielo en dirección al vertedero de Valdemingomez, cuando el sol empieza a ponerse, las aves vuelven formando hileras en V, con su frágil aleteo blanco.
Las cigüeñas, en grandes corros surcan el cielo a media tarde, y nubes de estorninos buscan abrigo entre las filas de olmos de los parques.
La tierra era gris y reseca cuando conocí Rivas, hoy el asfalto y los jardines han ganado terreno.
Rivas quiere ser distinta, y lo está consiguiendo, los que vivimos aquí nos lo creemos y eso ya es suficiente.
Por las mañanas, miles de aves atraviesan el cielo en dirección al vertedero de Valdemingomez, cuando el sol empieza a ponerse, las aves vuelven formando hileras en V, con su frágil aleteo blanco.
Las cigüeñas, en grandes corros surcan el cielo a media tarde, y nubes de estorninos buscan abrigo entre las filas de olmos de los parques.
La tierra era gris y reseca cuando conocí Rivas, hoy el asfalto y los jardines han ganado terreno.
Rivas quiere ser distinta, y lo está consiguiendo, los que vivimos aquí nos lo creemos y eso ya es suficiente.
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